Esta es una de las muchas recetas que se cuecen en mi cabeza cuyo ingrediente principal común es la hipocresía.
Soy un hipócrita. Por más que lo intente, es imposible dejar de serlo. Y aún así, me considero mucho menos hipócrita que la mayoría de las personas. Mis actuales objetivos personales se encuentran ahora en la pura honestidad y autenticidad, más aún si cabe.
No dejo de ver a la gente aprovechando el rebufo de otros, siguiendo un camino ya asfaltado considerado socialmente como mejor que otros caminos u otras extensiones que aún no se han pisado, no dejo de ver el sin sentido de sus pasos, quizás es que sólo veo las caras de embobados mientras observan y reproducen los pasos del que tiene delante.
A pesar de la ceguera en la propia tierra en la que pisa, no se cae. Claro, ¿por qué iba a caerse, si alguien ya ha pisado ahí y lo ha aplanado? Envidio al que pisó esa tierra virgen en algún momento y hacía caso omiso de los cardos que se iban clavando en sus pantorrillas...
Dejándome ya de analogías físicas, me pregunto, esa gente, esas víctimas de un estilo de vestir, de algún deporte, de alguna posición social, esos presos de unas tendencias que siguen ciegamente, esos reos de la imagen, del nombre y del exterior, esas jovencitas que tras ver un par de películas americanas sólo pretenden ser la más popular del insti o esos tíos cuyo único deseo es ver en el espejo a alguien con más músculos que ayer o aquellos que inventan historias y vida personal para impresionar a su interlocutora (por la que se siente obviamente atraído), me pregunto, ¿les gusta ser así? Imagino que alegarán que sí, pero en muchos casos es porque no tienen una razón para responder a: ¿qué te lleva a hacerlo? ¿sabes por qué lo haces?
Ahora seguro que entendéis mejor la analogía con los caminos y la diferencia abismal que existe entre la primera persona que va por un camino distinto al resto y el resto de personas que, tras ver cuán lejos ha llegado y lo bien visto socialmente que está, le siguen, algunos de los cuales llamaron loco al primero cuando se salía de lo convencional.
Y volviendo al principio, me llamo hipócrita porque defiendo la libertad de expresión, de vestir y demás, pero cuando veo al número tropecientosmil vistiendo al estilo "cual", se me viene todo esto a la cabeza. No puedo evitarlo.
Pero me digo, tío, déjale que haga lo que quiera. Sí, sí, si no se lo voy a impedir, pero por su bien espero que sepa por qué lo hace y por qué le gusta.
Si tu mente puede resistir la verdad, ten coraje de buscarla, dentro de ti, tus verdaderos gustos e inclinaciones. Si no eres capaz, sigue atolondrado los pasos del que llevas delante, con la esperanza de que el resto se fije en ti, que eres uno más de la larga cola.
Lo que es seguro es que si alguno se sale demasiado de lo normal, prueba cosas nuevas y crea su propio camino, será llamado loco con toda probabilidad, pero también lo hará porque quiere, sintiéndose libre y bien consigo mismo, no por buscar la aceptación de los demás ya que por muy loco que lo consideren, para él, merece la pena.
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